lunes, 14 de enero de 2008

¿Racismo?

Personalmente nunca he entendido el racismo. Ni de niño. Afortunadamente tengo una madre maravillosa que desde niño me enseñó a no hacer diferencias de ninguna clase cuando se trata de seres humanos. De niño, me sentó en las piernas de Bola de Nieve, a quien quise desde que le ví, y le oí tocar su piano y cantar, maravillado. De niño, me rodeó de seres humanos de todos los colores, clases, virtudes y defectos. Nunca escuché a mi madre decir una frase malsonante en referencia al color o la clase de nadie y me enseñó a ver en el interior de las personas como son, sin prejuicio alguno. En mi misma familia, mi bisabuela, blanca, se casó dos veces: con blanco y negro. Tengo una familia muy armónica, donde blancos, negros, mulatos, en fin, seres humanos, nos reuníamos alrededor de una mesa a compartir animadamente una agradable velada. Cuando iba a dormir, lo mismo me arrullaba mi abuela blanca, que mi tía-abuela negra. Nunca hice distinción, y adoraba a ambas por igual.

A Cuba le queda mucho camino. Tanto para abolir el racismo, como el machismo, además de la misoginia y la homofobia, la hijas mayores de este último. El igualitarismo gubernamental, pese a su vocación de distribuir la riqueza (¿pobreza?) por igual, y sus logros sociales, no ha logrado mermar estos tres males nacionales, quizá por no tener vocación ni visión política para ello, o por estar demasiado ocupado en controlarlo todo. Y esa debe ser una de las tareas primordiales de la democracia cubana, cuando ésta sea viable.

En los Estados Unidos hay canales de televisión por y para los negros, u otros grupos humanos, entre otras muchas cosas, porque tampoco han solucionado el problema y porque la televisión estadounidense no ha querido reflejar la diversidad del país por igual en todos los medios. Que conste, no me opongo a que los negros, o las mujeres o los homosexuales, o los grupos humanos que así lo deseen tengan sus propios medios. Me parece, además, sano y positivo, pero que se haga extensivo y exclusivo, divide a la sociedad y agrava el problema, pues no habría un diálogo que incluya o acoja a toda la sociedad cubana, que es una sola.

Siempre he pensado que lo que nos une es que todos somos hijos de esta hermosa isla en medio del Caribe. A nivel personal es poco importante que el cubano que me cruzo en la calle tenga más o menos melanina en su piel, sea mujer, hombre, y si esta mujer u hombre son, o no, homosexuales. Cuando me encuentro a un/a cubano/a en la calle, y nos reconocemos, siempre hay una sonrisa, un "hola" y una complicidad a prueba de bala.

Cuba tiene una diversidad envidiable que yo no cambiaría por nada del mundo: descendientes de españoles, africanos, franceses, italianos, árabes, chinos, polacos, judíos, ingleses, jamaicanos, haitianos, yucatecos, y hasta de la madre del cordero. Somos un maravilloso crisol, y me cago en la pureza de las razas, que me parecen de lo más aburrido, monótono y soso. Y nuestro problema racial, machista y homofóbico debe comenzar a solucionarse desde nosotros mismos, desde nuestros hogares, inculcándo a nuestros hijos una educación humana y cabal, y luego podremos llevarlo a los gobiernos que constituyamos, como ciudadanos de una Cuba democrática, con plena y total responsabilidad. Os conmino a reflexionar.

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