martes, 12 de agosto de 2008

Raúl Castro y el Conflicto en Osetia del Sur

El problema de Osetia no es nuevo y tiene sus raíces bien hundidas en su pasado. Su territorio se encuentra dividido en Osetia del Norte, que pertenece a Rusia, y Osetia del Sur, que pertenece a Georgia. Pese a que desde el desmembramiento de la U.R.S.S. los separatistas de Osetia del Sur quieren lograr la unificación con Osetia del Norte, anexándose a su vez a Rusia, el gobierno de Georgia insiste en que cualquier pacto, tratado o guerra para lograr tal fin es anticonstitucional por violar la integridad territorial del país. Ha habido ya dos guerras que han fijado la naturaleza del conflicto que hoy vivimos, la de 1991 y la segunda en 1992.
Aún así, el origen del conflicto que hoy vivimos viene de Stalin, quien convierte a Osetia del Sur, habitada mayormente por osetos, en Región Autónoma de la República Socialista Soviética de Georgia y le añade la vecina llanura, con la ciudad de Tsjinval, habitada principalmente por georgianos, que aún viven ahí y que, por sentirse georgianos siempre se opondrán a la secesión de esta pequeña república autónoma y tampoco aprobarán su anexión a Rusia.
Después de la guerra de 1992, el Tratado de Dagomis establece la presencia de fuerzas de paz del ejército ruso, que no es casualidad, aunque el ejército separatista se rearmó y estas fuerzas "de paz" no impidieron que esto sucediera. En 1996, la población oseta de Osetia del Sur celebró elecciones presidenciales, contando con la oposición del gobierno georgiano, pero con la vista gorda del ejército de paz ruso. El 12 de noviembre de 2006 se celebró un referéndum, que no ha sido reconocido por Georgia, con un 91% de participación, donde el 99% de los votantes se decidió por la independencia de Georgia, la unificación con Osetia del Norte y, por tanto, la anexión a Rusia.
La tensión en la región, que se acumulaba durante meses, y el afán de Georgia de poner fin inmediato a la independencia de facto de las repúblicas separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, como requisitos para entrar en la OTAN, desencadenó en la madrugada del 7 al 8 de agosto último una guerra con Osetia del Sur y las fuerzas de paz de Rusia, apostadas en este pequeño territorio desde el Tratado de Dagomis en 1992.
Ahora Raúl Castro acusa de 'invasor' al gobierno georgiano, por intentar poner fin con la independencia de facto de Osetia del Sur, que es parte integrante de Georgia y que, dicho sea de paso, aún no ha sido reconocida su independencia por ningún país de la comunidad internacional. Curiosamente Raúl Castro ha repetido casi las mismas palabras que Vladimir Putin, mientras que Georgia acusa a Rusia de incentivar el separatismo. Realmente, y hablando en plata, a Rusia le resulta inconveniente la entrada de Georgia en la OTAN, para frenar el avance de la misma a sus fronteras, teniendo en cuenta que los tres países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, son ya parte de este tratado trasatlántico, además de Polonia, Eslovaquia, Chequia, Rumanía y Bulgaria, que antes fueran países aliados de la U.R.S.S., además de la cercanía de éstos a sus fronteras y, por tanto, también la OTAN.
Ahora bien, el hecho de que Raúl Castro asevere que Georgia está en complicidad con el gobierno de Estados Unidos, puede deberse a que este país caucásico, para entrar en la OTAN debería terminar con los conflictos separatistas dentro de su territorio, pero han decidido solucionar el problema militarmente, llevando la guerra a una región desgastada por los enfrentamientos y la depresión económica, en los que una pequeña chispa se puede convertir, en cuestión de meses, en un serio conflicto internacional. Esto, políticamente, favorece a Rusia, pues Georgia habría podido solucionar estos problemas a través del diálogo, de otro tratado con Rusia, y dándole una autonomía con todas las garantías a Osetia del Sur y a Abjasia, la otra región separatista, ayudando a levantar la economía en las regiones, garantizando el desarrollo de sus culturas, idiomas, educación y derechos humanos.
Hay que decir que osetos y abjacios tienen su propia identidad nacional, con una cultura propia, con lengua, literatura y tradiciones y merecen ser respetadas en lo que son, cosa que ninguno los gobiernos georgianos han sabido respetar. Tampoco lo ha hecho Rusia, y ahí tienen el conflicto de Chechenia para probarlo.
Analizando estos hechos a la luz de lo que Cuba hace con su propio pueblo, no debe a nadie extrañar que adopte la arribista posición política a la que nos tiene a todos acostumbrados.

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